“La integridad es hacer lo correcto,
aunque nadie nos esté mirando” Jim Stovall.
Por Mercedes Celedón Bulnes
Cuando pienso en la integridad moral lo relaciono con la dignidad. En el discurso protagonizado por Al Pacino (señor Schleids) no puedo dejar de relevar la expresión del joven mientras se desarrolla el discurso, el brillo en sus ojos, las comisuras de sus labios que sonríen de orgullo, admiración y temor, de a poco iba acumulando dignidad, pues alguien apreció y valoró su comportamiento y lo “juzgó” por eso y no por estándares sociales, legales, culturales.
“… no hay nada peor que un espíritu amputado.
¡No hay prótesis para eso…!”
Discurso de integridad en “Perfume de mujer”.
Hay un acto de valentía en ser íntegro, pues todos tenemos momentos en que la vida nos pone en jaque y debemos elegir en cómo responder y debemos discernir, no desde una moral convencional, de lo bueno y malo, de lo socialmente aceptado o rechazado, de lo religiosamente virtuoso o pecaminoso. Lo contrario de integridad es corrupción, pero entre ambas hay millones de matices, dependiendo del ámbito en el cual he de discernir en cómo actuar.
Es duro, porque es superarse a sí mismo. Según mi madre, solo hay una forma y es hacer lo correcto, y en el fuero interno uno lo sabe, y seguir ese camino -que puede verse pedregoso, cuesta arriba o cuesta abajo- llena de dignidad.
Lo vinculo con el perdón. Según mi punto de vista: el perdonar y ser perdonado genera un bienestar interno, alivia, nos conecta con la gratitud, nos aleja del rencor y resentimiento, emociones que nos regalan amargura y poca paz. Pero cuando te han dañado intensamente, el perdón no aparece tan fácil, estamos con una herida abierta que sentimos que no se va a sanar; y si he dañado intensamente cuesta ser humilde, reconocer y reparar el daño hecho también trae sufrimiento. humilde, reconocer y reparar el daño hecho también trae sufrimiento. No obstante, perdonar y ser perdonado, nos permite seguir caminando, como Zacarías, el ladrón que Jesús hizo bajar del árbol. Sé, por experiencia, que desear perdonar y ser perdonado, es el paso necesario para que nuestro ser se perdone a sí mismo y al otro.
La integridad tiene emocionalmente un camino similar, es consecuente con nuestro mundo valórico y moral, compromete todo tu ser. Te permite transitar por la vida con la frente en alto, mirar a los ojos… te repara el dolor, es cicatrizante.
La integridad tiene pensamientos duales: Es una construcción personal (no social) reflexionada, valórica y ética de lo correcto e incorrecto. Contiene nuestra concepción de ser humano, tan potente que es un paradigma, un conjunto de creencias y certezas.
La integridad conductualmente, es decidida, determinada, parece no tener medias tintas, es o no es, se expresa con fuerza interior.
Como educador, formador de personas ¿defiendo y protejo la integralidad moral de mis educandos?.
Como persona, ¿defiendo mi integridad moral? Aunque nadie me mire o nadie lo reconozca.
Te invitamos a mirarte amorosamente y reconocer cuando faltaste a tu integridad, a reconocer ese sentimiento que sigue como una espinita en el corazón, que a veces hace sangrar esa herida, y encuentres el bálsamo para curarla.
Te invitamos a reparar, contigo u otro, su integridad, en una conversación, en un símbolo, en un gesto.
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